A los 20 años compaginaba los estudios con un trabajo como dependienta en Superdry, una marca de ropa británica inspirada en Japón. La tienda no era muy grande y estaba situada en el centro comercial La Maquinista, en Barcelona. Si conocéis la marca, sabréis que tiene un estilo muy marcado: camisetas y sudaderas coloridas, chaquetas con tres cremalleras, camisas formales con un toque casual… A mi parecer, no es una marca apta para todos los bolsillos, y esto ya suponía un filtro en el tipo de clientela que recibíamos: adolescentes en grupo que venían a por sudaderas resultonas para el instituto; jóvenes bien peinados y perfumados que buscaban una camisa para salir esa misma noche, madres con hijas que venían a por un regalo y acababan regalándose a ellas también, etc.
Me acercaba a ellos con la máxima del buen vendedor que aprendí años antes trabajando en otra tienda: ¿En qué te puedo ayudar? Una pregunta abierta que no deja lugar al sí/no, o al menos de primeras. Y lo que empezaba con un “estoy buscando un polo” acababa siendo un “Claudia, ¿tenéis algo que me pueda gustar?. Y sí, acertaba. Porque sabía sus gustos de colores, sus preferencias de talla, y también su presupuesto. No, no era sólo ropa: era confianza, respeto, atención, escucha. Y tampoco aparecía en el tiquet de compra, pero le añadía valor.
Y algo que era intrínseco de una panadería de pueblo hace unos años escasea ahora en cualquier ciudad. Y lo que es peor, nos hemos acostumbrado a ello, nos hemos contagiado de ello.
Sea cual sea tu servicio, tu producto o tu proyecto, lo que lo hace diferente al resto es el “tu” que va delante y que representa autenticidad, identidad, genuidad. Lo que las grandes marcas construyen bajo el paraguas del branding y nunca podrán abanderar son conversaciones en las tiendas, relaciones con nombre y apellidos, voces de la experiencia, la personalizaciones artesanas y recomendaciones desde el cariño. Eso que tú ya tienes. Que está en tu ADN. Que envuelve y pone lazo a la experiencia de hacer una simple transacción para acabar construyendo una buena relación.
Así que si estás entre las leyes de la oferta y la demanda, el mejor posicionamiento siempre serás tú: una oferta única e irrepetible que por su valor humano siempre será demandado.
A los 20 años compaginaba los estudios con un trabajo como dependienta en Superdry, una marca de ropa británica inspirada en Japón. La tienda no era muy grande y estaba situada en el centro comercial La Maquinista, en Barcelona. Si conocéis la marca, sabréis que tiene un estilo muy marcado: camisetas y sudaderas coloridas, chaquetas con tres cremalleras, camisas formales con un toque casual… A mi parecer, no es una marca apta para todos los bolsillos, y esto ya suponía un filtro en el tipo de clientela que recibíamos: adolescentes en grupo que venían a por sudaderas resultonas para el instituto; jóvenes bien peinados y perfumados que buscaban una camisa para salir esa misma noche, madres con hijas que venían a por un regalo y acababan regalándose a ellas también, etc.
Me acercaba a ellos con la máxima del buen vendedor que aprendí años antes trabajando en otra tienda: ¿En qué te puedo ayudar? Una pregunta abierta que no deja lugar al sí/no, o al menos de primeras. Y lo que empezaba con un “estoy buscando un polo” acababa siendo un “Claudia, ¿tenéis algo que me pueda gustar?. Y sí, acertaba. Porque sabía sus gustos de colores, sus preferencias de talla, y también su presupuesto. No, no era sólo ropa: era confianza, respeto, atención, escucha. Y tampoco aparecía en el tiquet de compra, pero le añadía valor.
Y algo que era intrínseco de una panadería de pueblo hace unos años escasea ahora en cualquier ciudad. Y lo que es peor, nos hemos acostumbrado a ello, nos hemos contagiado de ello.
Sea cual sea tu servicio, tu producto o tu proyecto, lo que lo hace diferente al resto es el “tu” que va delante y que representa autenticidad, identidad, genuidad. Lo que las grandes marcas construyen bajo el paraguas del branding y nunca podrán abanderar son conversaciones en las tiendas, relaciones con nombre y apellidos, voces de la experiencia, la personalizaciones artesanas y recomendaciones desde el cariño. Eso que tú ya tienes. Que está en tu ADN. Que envuelve y pone lazo a la experiencia de hacer una simple transacción para acabar construyendo una buena relación.
Así que si estás entre las leyes de la oferta y la demanda, el mejor posicionamiento siempre serás tú: una oferta única e irrepetible que por su valor humano siempre será demandado.
Más Reflexiones
Hablando el mismo idioma
En pocos días han llegado a mis oídos dos casos de robo cercanos, y eso que todavía no ha llegado Agosto. En los dos casos sabían que estaban fuera porque lo veían todo cerrado y en los dos casos se tomaron la libertad de invadir una propiedad y toda su privacidad, de convertir un espacio seguro en un lugar desconocido y de expropiar regalos y recuerdos para fundirlos en oro.
Levantar la mano
Drew Dudley comienza su charla pidiendo al público que levanten la mano los que se consideran líderes. Y una gran mayoría no lo hace. Yo tampoco lo hubiese hecho. Hasta ahora me sumaba a los que creen que el liderazgo es algo superior a nosotros mismos y que para considerarnos líderes tenemos que cambiar el mundo.
Miedo a que salga bien
Este es un proyecto personal y profesional, porque en ambos casos se trata de mí y no puedo dividirme. Ha dado muchas vueltas, ha tenido muchas formas y seguramente seguirá haciéndolo, porque, como tú y como yo, estamos en constante cambio.