Este es un proyecto personal y profesional, porque en ambos casos se trata de mí y no puedo dividirme. Ha dado muchas vueltas, ha tenido muchas formas y seguramente seguirá haciéndolo, porque, como tú y como yo, estamos en constante cambio.
Tengo 27 años y acabo de ser madre. Dejé mi último puesto de trabajo estando embarazada y teniendo un contrato indefinido. Para muchos estaba haciendo una locura, mientras que a mí, como en los anteriores cambios de trabajo que había hecho, me invadía una sensación nerviosa de libertad. Es la ilusión de empezar algo nuevo, una página en blanco que se va a escribir: otras ideas, otro entorno, otra gente, otra yo.
Pero a diferencia de las anteriores veces en las que yo llegaba a ocupar un puesto de trabajo, esta vez yo iba a crearlo. Y os confieso que cada semana miro ofertas de trabajo para volver al camino fácil: a un puesto de oficina con horario determinado y sueldo fijo. Pero cuando lo hago, tengo una vocecilla interior que me dice que estoy dando por hecho que va a salir mal cuando, en realidad, tiene toda la pinta de salir bien.
Mi propuesta es sencilla: compartir mi experiencia y mis conocimientos con aquellos que realmente lo necesitan, añadiendo un plus humano: el mío. Porque como profesional puedo entender lo que necesita tu negocio, pero como persona puedo entender lo que necesitas tú.
Y salir a la calle. Explorar, Conocer, Colaborar. Tiendas de barrio, negocios familiares, oficios de toda la vida y nuevas propuestas de valientes que promueven un mundo mejor. Y a veces no florecerá, pero la semilla está ahí.
El verdadero reto de esta nueva etapa de mi vida está en que mientras construyo mi nuevo puesto de trabajo, me estoy construyendo también a mí misma. Y eso implica desafiarme a diario, integrarme con los proyectos, ser dueña de mi agenda y vivir con la incertidumbre y la inestabilidad, pero también con la confianza de que cambiará. Porque la semilla está ahí.
He llegado a la conclusión de que el miedo que me ha hecho dar tantas vueltas hasta donde estoy ahora es el miedo a que salga bien; El vértigo de saltar y caer de pie, de responsabilizarme y decidir, de demostrarme a mí misma y a los míos que existen más caminos, y que yo estoy dando pasos en el mío. Y éste podrá ser más largo o más corto, eso ya lo veremos. Pero sé que en ese camino recogeré todas las semillas que he ido sembrando fuera para ver crecer un nuevo jardín en mí.
Así que con el miedo a que salga bien, ya hemos empezado.
Este es un proyecto personal y profesional, porque en ambos casos se trata de mí y no puedo dividirme. Ha dado muchas vueltas, ha tenido muchas formas y seguramente seguirá haciéndolo, porque, como tú y como yo, estamos en constante cambio.
Tengo 27 años y acabo de ser madre. Dejé mi último puesto de trabajo estando embarazada y teniendo un contrato indefinido. Para muchos estaba haciendo una locura, mientras que a mí, como en los anteriores cambios de trabajo que había hecho, me invadía una sensación nerviosa de libertad. Es la ilusión de empezar algo nuevo, una página en blanco que se va a escribir: otras ideas, otro entorno, otra gente, otra yo.
Pero a diferencia de las anteriores veces en las que yo llegaba a ocupar un puesto de trabajo, esta vez yo iba a crearlo. Y os confieso que cada semana miro ofertas de trabajo para volver al camino fácil: a un puesto de oficina con horario determinado y sueldo fijo. Pero cuando lo hago, tengo una vocecilla interior que me dice que estoy dando por hecho que va a salir mal cuando, en realidad, tiene toda la pinta de salir bien.
Mi propuesta es sencilla: compartir mi experiencia y mis conocimientos con aquellos que realmente lo necesitan, añadiendo un plus humano: el mío. Porque como profesional puedo entender lo que necesita tu negocio, pero como persona puedo entender lo que necesitas tú.
Y salir a la calle. Explorar, Conocer, Colaborar. Tiendas de barrio, negocios familiares, oficios de toda la vida y nuevas propuestas de valientes que promueven un mundo mejor. Y a veces no florecerá, pero la semilla está ahí.
El verdadero reto de esta nueva etapa de mi vida está en que mientras construyo mi nuevo puesto de trabajo, me estoy construyendo también a mí misma. Y eso implica desafiarme a diario, integrarme con los proyectos, ser dueña de mi agenda y vivir con la incertidumbre y la inestabilidad, pero también con la confianza de que cambiará. Porque la semilla está ahí.
He llegado a la conclusión de que el miedo que me ha hecho dar tantas vueltas hasta donde estoy ahora es el miedo a que salga bien; El vértigo de saltar y caer de pie, de responsabilizarme y decidir, de demostrarme a mí misma y a los míos que existen más caminos, y que yo estoy dando pasos en el mío. Y éste podrá ser más largo o más corto, eso ya lo veremos. Pero sé que en ese camino recogeré todas las semillas que he ido sembrando fuera para ver crecer un nuevo jardín en mí.
Así que con el miedo a que salga bien, ya hemos empezado.