Siempre me han atraído las tiendas de oficio donde se cuece lo tradicional y lo artesanal. Aquellas donde los productos cuentan la historia que hay detrás del escaparate y que parecen ser ellos mismos los que eligen a sus nuevos dueños, preparados para contar una nueva historia cuando salen de allí.
Y me entra la curiosidad. Y me acerco.
Y si me encuentro a personas creando, elaborando, dando forma, color y vida, me invade la sensación de calma, de recuerdo, y también, lo reconozco, de dentera. Porque creo que de esos talleres sale magia elaborada con mucho afecto, como de las manos de mi abuela cuando hacía bolillos para regalarnos en Navidad. El resultado es sencillo y especial, porque el producto acaba siendo el mensajero de mucho más que un detalle: es aprecio, es cariño, es “que pienso en ti” y es “que estoy aquí”. Y no creo que haya mayor satisfacción como resultado de una vocación.
Una de esas tiendas es la Cerería Pinsart, en Caldes de Montbui, Barcelona. Es una tienda taller donde madre e hija trabajan mano a mano, codo a codo e idea a idea para ofrecer lo mejor de la cera y las fragancias en sus diferentes formas, formatos y colores. Allí encontrarás piezas únicas elaboradas artesanalmente que mezclan tradición y experiencia con creatividad e innovación. Y también encontrarás dos personas apasionadas y dedicadas, que disfrutan siendo y haciendo, y que atienden cada petición con todo el mimo del mundo para que, además de llevarte lo que buscas, te lleves también un pedacito de ellas.
Las dos MªÀngels me contaban que, a raíz de la pandemia, habían notado un cambio de mentalidad en sus clientes y en las personas en general. En primer lugar, porque nos hemos habituado a ambientar nuestra casa con velas, aromas e incienso, fruto del confinamiento y de querer estar a gusto en nuestro hogar. Y, por otro lado, porque hemos empatizado con el pequeño comercio y el negocio local, con su esfuerzo y dedicación durante tantos años, y ahora lo compensamos buscando y apreciando lo artesanal, lo natural y lo que es más respetuoso con el medio ambiente.
Y es que en una sociedad globalizada, mecanizada e impersonal, las tiendas y los oficios de siempre hacen más falta que nunca. Porque nos conectan con nuestra historia interior, nos recuerdan que el cariño, la atención y el tiempo dedicado no tiene precio y sí tiene valor; que las piezas hechas a mano se convierten en regalos con mil historias que contar llenas de sentido y sentimiento; que la cultura del ser prevalece ante la del tener; y que ante tanta prisa, urgencia y ansiedad, algo tan sencillo como prenderle fuego a la mecha de una vela nos puede ayudar a parar. Respirar. Y reconectar.
Así que estoy contenta de que ellas, en su propósito de acercar su pasión por las velas a los hogares de tanta gente, estén creciendo, reinventando y prosperando su negocio y que además cuenten conmigo para que las acompañe.
Me dijeron que querían que mostrase en mi web que colaboro con ellas. Esta es mi manera de darles las gracias. Por la confianza, por el trato y por contarme las historias que hay detrás del escaparate de la Cerería Pinsart.
Siempre me han atraído las tiendas de oficio donde se cuece lo tradicional y lo artesanal. Aquellas donde los productos cuentan la historia que hay detrás del escaparate y que parecen ser ellos mismos los que eligen a sus nuevos dueños, preparados para contar una nueva historia cuando salen de allí.
Y me entra la curiosidad. Y me acerco.
Y si me encuentro a personas creando, elaborando, dando forma, color y vida, me invade la sensación de calma, de recuerdo, y también, lo reconozco, de dentera. Porque creo que de esos talleres sale magia elaborada con mucho afecto, como de las manos de mi abuela cuando hacía bolillos para regalarnos en Navidad. El resultado es sencillo y especial, porque el producto acaba siendo el mensajero de mucho más que un detalle: es aprecio, es cariño, es “que pienso en ti” y es “que estoy aquí”. Y no creo que haya mayor satisfacción como resultado de una vocación.
Una de esas tiendas es la Cerería Pinsart, en Caldes de Montbui, Barcelona. Es una tienda taller donde madre e hija trabajan mano a mano, codo a codo e idea a idea para ofrecer lo mejor de la cera y las fragancias en sus diferentes formas, formatos y colores. Allí encontrarás piezas únicas elaboradas artesanalmente que mezclan tradición y experiencia con creatividad e innovación. Y también encontrarás dos personas apasionadas y dedicadas, que disfrutan siendo y haciendo, y que atienden cada petición con todo el mimo del mundo para que, además de llevarte lo que buscas, te lleves también un pedacito de ellas.
Las dos MªÀngels me contaban que, a raíz de la pandemia, habían notado un cambio de mentalidad en sus clientes y en las personas en general. En primer lugar, porque nos hemos habituado a ambientar nuestra casa con velas, aromas e incienso, fruto del confinamiento y de querer estar a gusto en nuestro hogar. Y, por otro lado, porque hemos empatizado con el pequeño comercio y el negocio local, con su esfuerzo y dedicación durante tantos años, y ahora lo compensamos buscando y apreciando lo artesanal, lo natural y lo que es más respetuoso con el medio ambiente.
Y es que en una sociedad globalizada, mecanizada e impersonal, las tiendas y los oficios de siempre hacen más falta que nunca. Porque nos conectan con nuestra historia interior, nos recuerdan que el cariño, la atención y el tiempo dedicado no tiene precio y sí tiene valor; que las piezas hechas a mano se convierten en regalos con mil historias que contar llenas de sentido y sentimiento; que la cultura del ser prevalece ante la del tener; y que ante tanta prisa, urgencia y ansiedad, algo tan sencillo como prenderle fuego a la mecha de una vela nos puede ayudar a parar. Respirar. Y reconectar.
Así que estoy contenta de que ellas, en su propósito de acercar su pasión por las velas a los hogares de tanta gente, estén creciendo, reinventando y prosperando su negocio y que además cuenten conmigo para que las acompañe.
Me dijeron que querían que mostrase en mi web que colaboro con ellas. Esta es mi manera de darles las gracias. Por la confianza, por el trato y por contarme las historias que hay detrás del escaparate de la Cerería Pinsart.